¿Cómo una fotografía logra convertirse en un icono que representa a toda una generación?
Una buena fotografía va más allá de lo que
muestra, de su sentido literal, y permite al observador hacer una lectura individual,
de forma que una misma imagen puede adquirir innumerables significados. La calidad
de una fotografía no depende del encuadre, la luz o el tipo de objetivo, sino
que reside en lo que es capaz de transmitir, en lo que hace sentir a quien la
ve. Dar a conocer la obra del fotógrafo, el contexto de la imagen o la historia
que se esconde detrás de cada instantánea ayuda al espectador a recordar la
fotografía y a que ésta quede guardada en la memoria colectiva de una sociedad.
Las fotografías que han pasado a la historia
tienen algo en común: muestran mucho más de lo que vemos. Al igual que las míticas
obras de arte, la idea o el concepto que transmiten estas fotos son mucho más
grandes que la imagen en sí. Por ello, no es de extrañar que las fotografías
más conocidas de la historia hagan referencia a temas que despiertan diferentes
sentimientos en el espectador. Algunas de esas imágenes se captan con el
propósito de hacerse universales, otras en cambio son fruto de la espontaneidad
y es la sociedad quien las convierte en mito.
Todos recordamos “V-J Day in Times Square” de
Alfred Eisenstaedt, la mítica imagen en blanco y negro del beso en Times Square
entre un marinero y una enfermera estadounidenses tras conocer el fin de la
Segunda Guerra Mundial. Lo mismo ocurre con “El Che Guevara” tomada por Alberto Korda en 1960,
que ha pasado a ser el icono de una ideología; “La madre migrante” de Dorothea
Lange, que retratra a una mujer con sus tres hijos en el invierno de 1936 durante
la gran depresión americana, o la reciente “Esperanza de una nueva vida” de Warren
Richardson, ganadora del World Press Photo 2015 que ha conseguido convertirse
en la representación de todos los refugiados por la guerra de Siria. Cada una
de ellas muestra un sentimiento diferente: euforia, determinación, desolación,
esperanza... y eso es lo que atrapa al espectador en la imagen y le hace
partícipe de la historia.
El amor siempre ha sido y será uno de los temas
preferidos de los artistas precisamente por la grandeza del sentimiento y lo
que logra comunicar. Por ello la historia del arte está llena de pinturas,
esculturas, canciones, poesías, libros y fotografías acerca del amor. El
objetivo es individualizar cada historia de amor y de esta forma llegar al gran
público, hacerla única y universal al mismo tiempo.
Hablamos por ejemplo de “El beso frente al
Hôtel de ville”, la fotografía más conocida de Robert Doisneau. La imagen fue
tomada en el París de los años 50 y muestra a dos jóvenes que se besan
apasionadamente entre la ajetreada multitud, que se desdibuja a su alrededor.
Pero esta instantánea en blanco y negro dice en realidad mucho más: es el
símbolo del amor, de París como ciudad emblemática de la época. Para los
protagonistas solo importan ellos mismos, lo que ocurre a su lado es
irrelevante, y así lo muestra Doisneau y se lo hace saber a todo el que la
observa. Cualquiera puede identificarse con la historia de la imagen, y ahí es
donde deja de ser una fotografía para convertirse en un mito.
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