martes, 1 de noviembre de 2016

Fotografía y mito

¿Cómo una fotografía logra convertirse en un icono que representa a toda una generación?


Una buena fotografía va más allá de lo que muestra, de su sentido literal, y permite al observador hacer una lectura individual, de forma que una misma imagen puede adquirir innumerables significados. La calidad de una fotografía no depende del encuadre, la luz o el tipo de objetivo, sino que reside en lo que es capaz de transmitir, en lo que hace sentir a quien la ve. Dar a conocer la obra del fotógrafo, el contexto de la imagen o la historia que se esconde detrás de cada instantánea ayuda al espectador a recordar la fotografía y a que ésta quede guardada en la memoria colectiva de una sociedad.

Las fotografías que han pasado a la historia tienen algo en común: muestran mucho más de lo que vemos. Al igual que las míticas obras de arte, la idea o el concepto que transmiten estas fotos son mucho más grandes que la imagen en sí. Por ello, no es de extrañar que las fotografías más conocidas de la historia hagan referencia a temas que despiertan diferentes sentimientos en el espectador. Algunas de esas imágenes se captan con el propósito de hacerse universales, otras en cambio son fruto de la espontaneidad y es la sociedad quien las convierte en mito. 

Todos recordamos “V-J Day in Times Square” de Alfred Eisenstaedt, la mítica imagen en blanco y negro del beso en Times Square entre un marinero y una enfermera estadounidenses tras conocer el fin de la Segunda Guerra Mundial. Lo mismo ocurre con “El Che Guevara” tomada por Alberto Korda en 1960, que ha pasado a ser el icono de una ideología; “La madre migrante” de Dorothea Lange, que retratra a una mujer con sus tres hijos en el invierno de 1936 durante la gran depresión americana, o la reciente “Esperanza de una nueva vida” de Warren Richardson, ganadora del World Press Photo 2015 que ha conseguido convertirse en la representación de todos los refugiados por la guerra de Siria. Cada una de ellas muestra un sentimiento diferente: euforia, determinación, desolación, esperanza... y eso es lo que atrapa al espectador en la imagen y le hace partícipe de la historia.

El amor siempre ha sido y será uno de los temas preferidos de los artistas precisamente por la grandeza del sentimiento y lo que logra comunicar. Por ello la historia del arte está llena de pinturas, esculturas, canciones, poesías, libros y fotografías acerca del amor. El objetivo es individualizar cada historia de amor y de esta forma llegar al gran público, hacerla única y universal al mismo tiempo.


Hablamos por ejemplo de “El beso frente al Hôtel de ville”, la fotografía más conocida de Robert Doisneau. La imagen fue tomada en el París de los años 50 y muestra a dos jóvenes que se besan apasionadamente entre la ajetreada multitud, que se desdibuja a su alrededor. Pero esta instantánea en blanco y negro dice en realidad mucho más: es el símbolo del amor, de París como ciudad emblemática de la época. Para los protagonistas solo importan ellos mismos, lo que ocurre a su lado es irrelevante, y así lo muestra Doisneau y se lo hace saber a todo el que la observa. Cualquiera puede identificarse con la historia de la imagen, y ahí es donde deja de ser una fotografía para convertirse en un mito. 

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